Verónica es la presidenta de las rederas de Galicia, las mujeres que, invisibilizadas a lo largo de los años, atan las redes con las que los marineros pescan el pescado que llega a nuestra mesa.
“Toda mi familia, mi abuela…eran rederas. Yo he sido redera desde los 15 años. He desempeñado esta profesión durante 36 años”, asegura Pili. “Para mí, ser redera es un orgullo. Es una herencia familiar. Es mi cultura”.
Sin coeficiente reductor para la jubilación, sin reconocimiento de muchas enfermedades profesionales, sin estar incluidas en la Ley de Pesca, con salarios irrisorios y una gran inseguridad laboral, Verónica denuncia que su situación se debe a que son un colectivo mayoritariamente femenino. Y advierte de que esto ha provocado que la suya sea una profesión muy envejecida y sin relevo generacional: “Cuando no haya redeiras, no hay nadie, ni siquiera una máquina, que pueda reemplazarnos. Sin redes no hay pesca”. Hoy, Verónica, Pilar y sus casi 500 compañeras gallegas han dicho basta.

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